Quienes han tenido la oportunidad de leer La apología de Sócrates, obra de Platón, coincidirán en que se presenta a un Sócrates enfrentado a los Sofistas, quienes, representados en Melito le acusan de impío y sostienen que no hay nada más apremiante que sembrar la virtud entre los jóvenes, lo que sólo se puede lograr de la mano de personas respetuosas de las leyes, virtud, que a juicio de ellos, no poseía Sócrates, quien indagaba más allá de lo considerado prudente, y lo que era aún peor, enseñaba a los demás sus doctrinas.
Contrargumentando Sócrates que los Sofistas como Gorgias de Leoncio, Prodico de Ceos é Hippias de Elea, sólo buscan persuadir a los jóvenes a tal punto que contagian con ellos una deuda de agradecimiento infinito (Patón, 1871), lo que sólo contribuye a la reproducción de las relaciones de clase al interior de la Polis, más no buscaba entregar virtudes a los Jóvenes.
Esta obra es una invitación a estar abierto a nuevos conocimientos. La tarea de buscar una persona más sabía que él, emprendida por Sócrates, tras enterarse que la Pythia, el Oráculo de Delfos, le había respondido a Querefon que era precisamente él (Sócrates), la persona más sabía de Atenas, es, ensimismo una invitación a asumir que no lo podemos sabemos todo, a atender la posibilidad de real de estar equivocados, de concebir una actitud de apertura a nuevos conocimientos.
Desde esta obra, un ideal de docente, en Sócrates, es aquel que no pretende dar respuesta a todas las interrogantes planteadas a sus alumnos, sólo aproximarlos al objeto del conocimiento, orientarlos, mostrarles un camino para examinar con mayor lucidez las ideas, tal cual Sócrates guio a Melito hasta que se convenciera de que el hecho de creer en los demonios implicaba necesariamente creer en los dioses
Ahora bien, si extrapolamos esta contienda a lo que ocurre en nuestro sistema educativo, es posible inferir que las posturas de Sócrates y sus antagonistas, los Sofistas, se han acoplado a los modelos actuales de enseñanza, observándose dos tipos de practica:
La Practica Pedagógica centrada en los planes y programas de estudios que se instruyen a los alumnos en los establecimientos educacionales, donde es labor de los educadores presentar a los alumnos aquellas tareas que el grupo preexistente ha validado, ejemplifica como sus integrantes se desenvuelven ejecutando esas tareas, y atestiguar las virtudes de la instrucción que un día los invadió, paso por ellos, y ahora pasa a través de ellos con la finalidad preservar y entregar los contenidos que responden a la concepción ideológica que los gobierna con la esperanza de que el alumno no cuestione aquel conocimiento.
En este tipo de practica pedagógica la ejecución curricular invade al alumnado, limita su razonamiento a tal punto que acepta como conocimiento válido lo que le es presentado por la figurada “iluminada” del /la Profesor/a. El miedo a ser concebido como anormal y/o anti-sistémico, si discrepa o rechaza aquel contenido y/o la luminosidad de aquella figura de poder pareciera ser motivo suficiente para aceptar como legítima una cultura arbitraria. En esta práctica el alumnado se ve acorralado en un paradigma, coartado a interactuar de acuerdo a las directrices del grupo dominante, entendiendo como normal lo impuesto, aceptando como propia la cultura que se le presenta ante sus ojos.
Por otra parte, la Practica Pedagógica centrada en considerar al alumno constructor de su propio conocimiento, reconoce al alumno como un individuo único, capaz de reescribir las fronteras del conocimiento. Donde la tarea de los docentes y asistentes de aula es crear las condiciones para que el alumno puede cultivar la virtud desde aquello que le nace y no desde aquello que se impone. Esta última Practica se relaciona estrechamente con el campo de la Orientación Educacional.
Desde lo mejor de ambas praxis se puede sostener que el Sistema Educacional tiene la misión de propender en el alumno un enriquecimiento integral y una participación en el grupo social al que pertenece, más no solo transmitir contenido y/o modelar al alumnado, también debe dar los espacios para que los alumnos puedan cultivar lo mejor de sigo mismo.