La tarea de educar debe avanzar hacia la profesionalización de la docencia, lo que implica saber acceder a los conocimientos previos del alumnado, analizar las características socio-educativas, corroborar el perfil de acceso en función del cual se desarrollan los contenidos y contrastar con el perfil de egreso, así como aplicar una mirada profesional para la toma de decisiones. Es importante tomar decisiones pedagógicas con fundamento teórico-práctico, en el sentido de establecer que se espera de quienes lideran el proceso de enseñanza -aprendizaje, que desarrolle su quehacer en función de fuentes confiables y válidas científicamente y que sean pertinentes a su trabajo y que tome en cuenta las características generales del grupo curso y estudiante, proyecto educativo institucional, contexto, instrumentos orientadores, antes de elaborar o modificar un diseño de aula, en función de desarrollar habilidades, contenidos y actitudes.
En ese sentido, los profesionales de la Educación y Asistentes de Aula deben ser, ante todo, personas críticas y reflexivas, de su quehacer y de cómo este responde a las demandas actuales de la sociedad, lo que conlleva un rol social activo dentro del aula, el establecimiento educacional y la comunidad en general. Por otra parte, el ejercicio del profesional se encuentra experimentando constantes procesos de ajuste debido a que las nuevas tecnologías, y principalmente el internet presentan una cantidad de contenidos imposibles de ser absorbida por el ser humano, y se vuelven cada vez más grande y entregan abundantes y distintas miradas sobre un infinidad de temas. De ahí la importancia de vincular el alumno al entorno por medio de la transmisión de contenidos para que pueda adaptarse a la sociedad y reproducir la cultura de esta, mientras se potencia aquellas capacidades que habitan en cada individuo:
Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio” (Delors, 1996, p. 98).
La docencia –así como se conoce- se encuentra a exportas de abandonar el foco teórico-reproductivo del conocimiento. No es suficiente con presentar a los alumnos aquellas tareas validadas y ejemplificar como los “instruidos” se desenvuelven ejecutando esas tareas. El proceso de enseñanza – aprendizaje no se trata de una producción en cadena de individuos “útiles” para la sociedad. No se reduce a una mera transmisión de conocimientos. La educación debe propender al desarrollo y promoción de las cualidades humanas positivas a lo largo de la vida, la comunicación interpersonal, el respeto, el desarrollo de la capacidad crítica y discernimiento de los medios de comunicación.
La inmensidad de contenidos y espacios en que se desenvuelve el ser humano; y la necesidad de fomentar nuevas competencias y conocimientos, invita a mostrarse dispuesto ante conceptos como democratización de la información, educación en línea, libertad de expresión. Nuevas maneras de interacción humanas que llevan a ahondar en una visión sistémica del proceso de enseñanza – aprendizaje desde la dimensión actitudinal. Se ha enraizado en estos autores la necesidad de vincular al alumnado con otras aulas, con su entorno, la comunidad en general, y un mundo virtualmente globalizado donde es posible tratar con personas al otro lado de la esfera, donde la barrera idiomática es cada vez más falible y nuevos conocimientos se presentan con solo hacer un click, en una era de la información que lleva el rol docente a otra dimensión en su procesos de disposición frente a esta avasalladora ola de contenidos dispuestos en la red.
Ya no se trata de una cuestión memorística. El alumno debe formarse como persona y ser capaz de reescribir el conocimiento desde aquello que le nace y no desde aquello que se impone, con miras a desarrollar un persona discerniente, plena y satisfecha de sigo mismo, de sus acciones y convicciones, lo que convida al docente a desplegar una serie de habilidades cognitivas, psicológicas y sociales que desafié las barreras conocidas del ser, con miras a reconocer la imperfecta existencia humana ante un conocimiento amenazado por el riesgo que implica el error y la ilusión, ya que ningún ser humano puede conocer de la misma forma que otro (Edgar Morín,1999). Las ideas de Edgar Morín (1999) invitan a reflexionar entorna a las percepciones, traducciones y construcciones mentales, y sobre esa base la Educación debe dedicarse a identificar los orígenes de los errores, de la ilusiones y de la cegueras del conocimiento.
En el ideario de Morín (1999), un docente debe avanzar hacia el combate de aquellos errores mentales que se suceden cuando la mente es incapaz de diferenciar lo imaginario de lo real; cuando el cerebro construye una concepción del mundo exterior a partir de un mundo psíquico previamente concebido, cuando la mente logra engañarse a sí misma, cuando se construyen acontecimiento o suprime un recuerdo en la memoria.
Debe ser labor de los educadores batallar férreamente con un sistema de creencias formado en ideas teóricas, doctrinarias e ideológicas, que se constituye en fortín de errores e ilusiones Intelectuales, que se integran a la estructura lógica y actúan como escudos ante nuevos conocimientos, más no se puede dar trinchera a los Errores de la Razón que atentan contra el carácter lógico y práctico de una “Racionalidad constructiva”, tendiente a verificar el carácter de organizaciones teórica; y una “Racionalidad Crítica” tendiente a buscar errores e ilusiones en las propias creencias (Morín, 1999).
Se espera que los educadores sea capaz de contribuir al sistema de creencias del alumno. Que utilice el poder de sus palabras para modificar o ratificar la percepción de la realidad. Pero también que sea capaz de crear competencias en el alumnado, que les permita movilizar todas sus habilidades metacognitivas para construir un pensamiento propio, de modo que adquiera capacidad de distinguir la naturaleza de las cosas, un pensamiento libre de las Cegueras Paradigmáticas que llevan a un individuo a conocer, pensar y actuar según los lineamientos del paradigma inscrito culturalmente en él, que gobierna su inconsciente, irriga el pensamiento consciente y le controla (Morín, 1999).
El rol del educador como agente social activo se encuentra en un proceso de ajuste, ya no se trata sólo de transmitir conocimiento, se valora la capacidad de enseñar a discernir las fuentes de información, saber buscar y generar conocimiento, la educación del futuro debe estar centrada en la condición humana, de hecho, el fin de las instituciones educativas debe estar orientado a la transmisión de valores, contenidos y habilidades, o que invita a desde una perspectiva distinta la práctica docente con énfasis en el alumno.